miércoles, 2 de abril de 2014

La cita postergada.

                                                    Sería fantástico ir por la vida sin cumplidos,
                                                     llamando a las cosas por su nombre...
                                                     Y mearse de la risa. 
                                                                                               J.M. Serrat.
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      La cita se postergó por semanas, meses, años, pero al final ahí estábamos, puntuales, puntuales como siempre, ignoro cómo fué que acudimos puntualmente ya que no agendamos la cita.
      Algunos dirán que es mi conciencia (Actividad mental a la que solo puede tener acceso el propio sujeto) con quien platicaré, otros más aventurados comentarán entre voces estridentes que es mi Álter Ego, quien me conozca un poco más podrá decir, guardando un poco de temor bajo la lengua, que se trata de la resaca de los delirios, esos que dejan un limo pesado en las orillas, parecido al musgo que crece en las paredes húmedas de la memoria viva, la memoria que a solas y en silencio me hace reír y frente a todos me hace llorar, quizá todos tendrán razón, no lo sé, no me interesa saberlo.
      Cuando llegué, él ya estaba allí, en el Café El Emir, Urugay 45, Centro, donde se puede beber buen café y no lo que sirven ahora en Starbucks (no somos hipsters) el clima acomodelo usted, a mi me gustan esos días soleados de la ciudad de México; fumaba también, Partagas Lusitanias, habano como debe ser... me esperaba sin desesperarse, como quien espera el siguiente acorde en la canción mil veces escuchada; como siempre bien vestido, el saco muy bien cortado, corbata de seda, la camisa impecablemente planchada, zapatos limpios, bien boleados, el aroma del cigarro y su agua de colonia le daban a la atmosfera un sabor familiar, de algo ya conocido, que en cuanto aparece en la memoria te apresuras a recordar, cierras los ojos y la prisa de la vida se lo lleva, dejándote solo una probadita, así para que con ella sigas caminando, corriendo a veces... 
      -Ha pasado mucho tiempo...
      - ¿Lo crees? El tiempo no existe así, como una línea sucesiva de acontecimientos.
      -Es que desde la última vez... han sucedido muchas cosas, todo ha cambiado, he hecho muchas cosas...
      -El cambio es el método, es inevitable. De lo de hacer mucho ¿Tenías algo mejor qué hacer?
      -No.
     Conversamos mucho, de tantas cosas, cosas de antes, de hoy, bebimos buen café, turcos, europeos, cortaditos, comimos dedos de novia, que en El Emir son de antología, (tengo que traer a Rebeca, pensé) reímos, discutimos, arreglamos la vida y de vuelta la descompuse, le revolqué como el cajón de los calzones, lloré y se le anegaron los ojos; el tiempo pasó, cayó la tarde, era tiempo de volver a decir adiós, o hasta pronto, como dicen los verdaderos candidatos a ser felices, los que no conocen el otoño, o que saben de cierto que las ramas taladas del árbol vuelven a retoñar.
      Quedamos de acuerdo para la próxima cita, me dejó tarea, acudir a la memoria, lo que necesitas saber ya lo sabes me dijo, necesitas recordar... Salió caminando, estuvimos de acuerdo en no despedirnos, tomó sobre Uruguay hacia el centro, creo que quería pasar a comprar puros con los hermanos Petrides, volteando cada minuto caminé hacia San Juan de Letrán, lo veía desaparecer entre toda esa gente que parece que no sabe a donde va, pero va de prisa, se fue a paso firme, como siempre caminó, me detuve en una esquina y lo vi irse despacito como el humo azúl de su puro.
     Olvidé preguntarle sobre lo que mi percepción alcanzó a captar esta semana que pasó tan rápido, sobre el día de la felicidad, la primavera, el avión que no encuentran, la utilidad de las frasecitas de Cohelo, la pegajosa necesidad humana de ser feliz, como si fuera una regla inquebrantable, la hipocresía, la terrible necesidad de algunos de ser fuertes, duros, irrompibles, el amor, Dios y el Diablo, los hijos, el mañana, el ahora, el eterno presente.
      Será para la próxima cita, mientras tanto recordar me ayudará.
      Tengo tarea, siempre la hago.


Luis Augusto Martínez. 
Veintidos de marzo del dosmil catorce.

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