viernes, 24 de mayo de 2013

Tarde noche en el metro de Nueva York.

Tarde noche en el metro de Nueva York.

                             A mi Pater, que siempre me ha amado.

   En el año 2006, a mediados del mes de agosto, me encontraba en una reunión muy sui géneris en Brooklyn Nueva York, allá por el rumbo de la calle 50 y la quinta avenida, (La de Brooklyn, no en la famosa 5ª. Avenida de Manhattan) es esta, una zona muy “Latina”, muy “Hispana”, en dicha reunión, algunos hombres, en su mayoría mexicanos (Había algunos guatemaltecos y hondureños, además de uno o dos dominicanos) tomaban en orden la palabra, hablaban de muchos temas pero lo que llamó más mi atención fue que, al tener la oportunidad de hablar lo hacían para atacar a un paisano, José, un poblano chaparrito y prieto que sin el menor titubeo escuchaba los ataques a su persona.
   Al buen José le llamaban de todo, presumido, ególatra, soberbio, le tiraban de todos lados y él aguantaba vara. La reunión terminó, alegremente y sin dudarlo me acerqué a José que ya se preparaba para irse; quería preguntarle la razón de tanto ataque y como podía él soportar casi con gusto como lo atacaban.
   -¿Por qué no te defiendes José? Yo, ya los hubiera mandado a la chingada.
   - Vámonos, en el camino te explico.
  Yo, iba hacía la calle 86, justo a donde está el puente Verrazano para cruzar a Staten Island, o sea hacía el sur, pero José iba para el Bronx, hacía el norte y tenía que cruzar todo Manhattan para llegar a su casa, una hora de camino.
   -Vamos juntos hasta la 34 en Manhattan y de ahí tú te retachas, mientras platicamos y te explico- Me dijo el buen José, acepté, la estación de la 34 era algo así como la mitad del camino.
   Nos trepamos al tren local, ese que va haciendo paradas en cada una de las estaciones, encontramos a esa hora el vagón vacío y comenzamos a platicar. José me dijo que en la reunión muchos ni lo conocían, pero lo juzgaban por su aparente nivel de vida, por sus logros, él no presumía pero eran suyos y mucho trabajo le habían costado.
    José me contó: -Llegué a NY en los 80s, conseguí trabajo en una frutería de 7 de la mañana a 9 de la noche, salía de trabajar y me iba a clases de inglés, aprendí a hablarlo y escribirlo, desde el primer año aquí, pago impuestos, me legalicé en la amnistía del presidente Regan, nunca he tenido líos con la policía ni con vecinos y menos con quien me ha rentado un lugar para vivir, hoy trabajo en el World Trade Center, en un cubículo muy sencillo, trabajo en bienes raíces, vivo modestamente, trabajo duro a diario pero esta gente cree que trabajo con millonarios y yo solo hago ventas por internet, no sé qué se imaginen…
   -¿Y por qué no les dices nada?
   -No tiene caso, yo sé lo mío, que piensen lo que quieran.
   -¿Y qué caso tiene escucharlos? Parece que hacen catársis contigo.
   -Vengo cada 2 meses a estas reuniones, yo me reúno con otros amigos allá en el Bronx y me la llevo tranquila.
   -¿Y para que vienes? ¿Te gusta que te traten mal?
   -Vengo para que no se me olvide en lo que no quiero convertirme.
   Al llegar a la estación de la 34 nos despedimos, prometimos llamarnos para volvernos a ver y comer pozole, aun no lo hemos hecho.
   Serían las once de la noche, en la 34 yo esperaba el tren R que me llevaría de regreso a la 86 en Bay Ridge, pasaban los minutos y nada, todavía no conocía yo muy bien la intrincada red de transporte metropolitano de Nueva York, pero estaba seguro que por ese anden pasaría el R… Allí en lo alto había un letrero que aseguraba que el tren R pasaba por ahí, pero no, pasaba el Q, el N, el 1, pero nada del R, comencé a desesperarme y con la desesperación llegaron las maldiciones (En voz alta y en español) poco a poco la estación se fue quedando casi vacía, de pronto, de la nada apareció un policía, que seguramente ya tenía rato observándome, en esta ciudad siempre están esperando a que pase algo lo que hace que la policía sea medio “sospechosista”, amablemente me preguntó en inglés: -¿Todo en orden? Veo que tiene rato esperando- (Ya era la 1:00am) –Espero el tren R, voy a la 86, contesté. –El R deja de pasar por aquí tarde noche, toma el N hasta la 53 y ahí espera el R que viene desde la 95 y se regresa. -¿Tarde noche? ¿A qué hora es tarde noche? Pregunté asombrado. –Depende señor. -¿Depende de qué? – De muchas cosas, a veces es a las diez a veces a media noche. –Ok pero, ¿Qué significa exactamente “Tarde noche”? –Le acabo de decir que eso depende. -¿Depende de qué? –Ya le dije que de muchas cosas. –Gracias oficial, dije y me subí al N que iba llegando.
  Esta es la historia de un mexicano de Puebla que con esfuerzo, sacrificio y disciplina logró salir adelante en un país tan difícil como los Estados Unidos, en una ciudad tan complicada como Nueva York y es también la historia de su paisano, necio y preguntón. (Sigo sin entender el término “Tarde noche en el metro de NY)

   Luis Martínez, Brooklyn NY.  Agosto de 2010.                      

   



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